sábado, 29 de noviembre de 2008

3º PREMIO SOLEDADES SIN RESPUESTA




José Luis, tiene treinta y ocho años, jefe de familia numerosa, pescador, vive a orillas del río Paraná.
Sus mañanas rutinarias; cuando despunta el sol José Luis ya emprendió su viaje con las redes, como acariciando el río navega dejando un surco lánguido en el agua, el silencio es acompañado por los pájaros y el suave chapoteo de los remos. En varias oportunidades la soledad lo abraza trayendo vagos recuerdos atormentadores.
Es cuando su alma hace un clic, desesperado. Y sin querer comienza a rodar por sus mejillas curtida de sol y vientos, lágrimas.
En su interior el ha de escuchar:
-¡Corre José Luis, corre, que no te atrapen!.
El sin querer reflejado por sus sombras, comienza a remar más y más ligero.
El corazón galopa desenfrenado, su garganta estalla en un ¡No! estrepitoso haciendo volar las aves que reposan alrededor.
Y de nuevo la incertidumbre, ¿Qué me persigue? ¿Por que tengo que huir? ¿Quién soy realmente?
José Luis despliega las redes prolijamente al voleo, atraviesa el canal de lado a lado atándolas, se aleja del lugar y llega al monte de una isla muy grande desértica, hacha en mano comienza a recolectar leña, entierra el filo en las entrañas del árbol como queriendo matar algo, no sabe el porque de su enojo.
Nadie sabe de José Luis en su infancia, solo saben que llegó en un amanecer de septiembre con los aleteos de las golondrinas, se acomodó en un rincón del rancho ajeno en silencio, sin pedir nada, pero sus ojos fueron palabras de ayuda en la mirada curiosa de doña Juana Gómez Becerra. Fue criado con amor y sin preguntas.
Creció amado y amó, con respeto, agradecido. Pero no encontró nunca la voz suave de mujer que decía:
-¡Corre José Luis, corre!
El dolor lo quemó en alcohol por tantas noches, mientras miró diferentes lunas reflejarse en el río sin repuestas.




Raquel Noemí Gonzalez

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